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Sobre nuestra querida CATALUÑA


LAS MENTIRAS HISTÓRICAS, LA CAINITA GESTIÓN DE SENTIMIENTOS Y LA ILEGALIDAD EN CATALUÑA

Vivimos momentos intensos de procesos sociales y políticos de transgresión institucional. El mal llamado nacionalismo catalán ofrece una propuesta política para Cataluña de división basada en la cainita gestión de sentimientos y el más absoluto desprecio a la legalidad, mediante la manipulación plebiscitaria de sus procedimientos; por su incapacidad a aceptar siglos de convivencia, de interacción humana, cultural, lingüística, económica y política.
1. Las grandes mentiras históricas.
Cataluña es, ha sido siempre y será, de España. Esto que debería de ser una obviedad indiscutible para todos, es para algunos la ocultación deliberada para arrancar el odio, inventándose agravios inexistentes entre los catalanes y el resto de los españoles y el deseo de hacer realidad una locura independentista. El proceso secesionista ha avanzado en Cataluña de una manera sorpresivamente alejada de la realidad, jurídica, económica, social y hasta internacional. La historia de España, por muy intensa que sea la manipulación de algunos, no la podrán cambiar ni ocultar, porque los españoles la hemos vivido y sabemos como ha sido realmente.
“Cataluña fue un reino, la Casa de Barcelona se anexionó Aragón en 1137”. Estas son algunas de las cosas que los separatistas afirman sobre Cataluña, en su afán absolutamente demencial por hacer valer un carácter histórico de “nación” o de “estado” catalán. Pero la realidad histórica es que nunca existió un reino de Cataluña, este territorio se unió al Reino de Aragón como Condado de Barcelona, y esa fue la condición que tuvo en todo momento.
Otra de las grandes mentiras históricas es la celebración, con dinero público español, el 11 de septiembre, lo que llaman “el día de la “Diada” por la NO guerra de secesión finalizada en ese mismo día del año 1714, sino de sucesión, pues como es sabido por todos, Carlos II de Habsburgo, Rey de España, muere sin descendencia, y tras muchas vacilaciones y casi en su lecho de muerte designó como sucesor al principe francés, Felipe d’Anjuou, de la casa de Borbón; pero otro pariente de Carlos II, el Archiduque de Austria, Carlos de Habsburgo, también aspiraba al trono de España, reveindicando más derechos que Felipe. Europa estalla en guerra pero España también, pues los territorios de la Corona de Aragón, deciden apoyar al archiduque Carlos porque les promete no quitarles fueros y privilegios.
En 1714 no se determinó ninguna soberanía, sino la caída de Barcelona a manos de las tropas borbónicas en la Guerra de Sucesión, por lo tanto, se trató de una guerra civil española e internacional europea en la que dos candidaturas optaban a heredar al Rey Carlos II, con catalanes en los dos bandos y queriendo ambos poseer la monarquía hispana, pero no en dividirla. Cataluña no es España por derecho de conquista en 1714, porque no hubo tal conquista.

2. Cainita gestión de sentimientos para la obtención de réditos.
Uno de los éxitos del independentismo es haber establecido como cierto el eslogan de “España nos roba”, pues ya conocen el dicho, “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, esto indigna a los catalanes y les “convencen” de que tienen que separarse de España.
No es una cuestión de interés económico ni mucho menos, es la búsqueda incesante de agravios inexistentes y la llevanza cainita de una gestión de sentimientos. Desde mi punto de vista una estrategia victimista con la que obtener ventajas y privilegios, porque gracias al victimismo, mezclado con el odio, amenazas y reivindicaciones constantes, Cataluña ha conseguido ser la primera región industrial de España, la primera recaudadora de impuestos y más beneficiada.
España no roba a los catalanes, ni a Cataluña como tal; sólo gracias a toda España, Cataluña ha llegado a su actual riqueza, por lo tanto ser España no ha empobrecido a los catalanes, dejar de serlo sí lo haría, conduciría a un empobrecimiento político, social y económico.

3. El desprecio a la legalidad.
Los españoles después de años de intentos fallidos habíamos aprendido de nuestra historia y en 1978 nos dimos, por primera vez, una Constitución nacida del consenso de la inmensa mayoría. Decidimos resolver los problemas que habían causado conflictos, discordias, enfrentamientos y muertes. El texto normativo de 1978 sirvió para establecer unas reglas del juego claras, y esas reglas del juego, cuando se respetan, sirven y posibilitan una convivencia democrática basada en el respeto mutuo dentro del natural pluralismo, la garantía de los derechos fundamentales, las libertades públicas y el progreso social y cultural. De ese proceso ejemplar de concordia y de reconciliación entre españoles que tuvo lugar durante nuestra transición política, los catalanes fueron protagonistas destacados.
Y ahora causa estupor que los separatistas apelen a la calidad democrática despreciando la legalidad, mintiendo y manipulando a los catalanes sobre procedimientos plebiscitarios, cuyo resultado no sería otro que la fractura social y la involución.
Una de las mayores tentaciones del ser humano es dar nuestra opinión sobre algo sin tener conocimiento. Por eso la prudencia nos induce a tener que cerciorarnos lo mejor que podamos, hasta el límite de nuestras posibilidades, antes de emitir un juicio de valor que puede afectar la honra de alguien o desdeñar algo, criticándolo, sin un análisis riguroso.
A día de hoy parece que convocar y hacer referéndums se ha convertido en un deporte de moda. Tenemos como ejemplos recientes el “Brexit”, el plebiscito colombiano sobre los acuerdos de paz con las FARC y el referéndum italiano del ya ex Primer ministro Matteo Renzi sobre la reforma constitucional. A mi juicio, lo ocurrido en todos estos casos, han tenido consecuencias nefastas, entre otras cosas, por falta de conocimiento.
Referéndum viene del latín y significa “lo que ha de ser consultado”. Y aquí ya podemos hablar del primer error que se comete cuando hablamos de “referéndum”. Es un error conceptual, porque si nos basamos en entender referéndum como una “consulta”, estaríamos diciendo que es un medio por el cual los ciudadanos son consultados por sus representantes antes de que éstos tomen una decisión final. Pero NO, un referéndum como lo estamos considerando en Europa, NO es una forma de consulta previa a la ciudadanía como si de un grupo de expertos se tratara porque no estamos hablando de consultas no vinculantes, estamos ante un instrumento de democracia directa, por el cual los ciudadanos deciden, es una decisión y no una consulta, y al decidir, le están ordenando a sus representantes políticos lo que tienen que hacer.
El Tribunal Constitucional, en su Sentencia 103/2008 de 11 de septiembre, que resuelve el recurso de inconstitucionalidad interpuesto contra la Ley del Parlamento Vasco 9/2008, de 27 de junio, de convocatoria y regulación de una consulta popular al objeto de recabar la opinión ciudadana en la Comunidad Autónoma del País Vasco sobre la apertura de un proceso de negociación para alcanzar la paz y la normalización política, ofrece un concepto digamos genérico de referéndum y dice; “el referéndum es un instrumento de participación directa y política; más en concreto, el referéndum es una especie del género “consulta popular” con la que no se recaba la opinión de cualquier colectivo sobre cualesquiera asuntos de interés público a través de cualesquiera procedimientos, sino aquella consulta cuyo objeto se refiere estrictamente al parecer del cuerpo electoral respecto de asuntos públicos propios del artículo 23 de la Constitución, y que se sustancia a través del correspondiente proceso electoral” (STC 103/2008, FJ 2).
¿Pero qué dice la Constitución al respecto? ¿Quién tiene competencia para convocar un referéndum en España? ¿Cabría hacer un referéndum para decidir la independencia de Cataluña de España?.
El proceso secesionista como vengo diciendo, puede alegar intenciones y coartadas, pero es un proceso sin razones, y pese a carecer de razones, el deseo de algunos de lograr que Cataluña deje de formar parte de España y deje de compartir su historia es tal que han elaborado un discurso con apariencia de legalidad pero como veremos no lo es. Ese discurso concluye con la posibilidad de celebrar un referéndum porque según ellos, existe el principio democrático por el cual ninguna Constitución ni ninguna Ley puede evitar que Cataluña decida, que para ejercer su derecho democrático hay que hacer una consulta al pueblo y una suma abrumadora de razones más que en todo caso, todo ello se reduce a apelar a una democracia inventada, una democracia sólo para Cataluña.
De conformidad con nuestra Carta Magna, el artículo 92 de la Constitución, establece que las “decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos [en el sentido de todos los españoles]” y que “será convocado por el Rey, mediante propuesta del presidente del Gobierno, previamente autorizada por el Congreso”. Asimismo, la competencia para convocar un referéndum la tiene exclusivamente, el Estado español, como dispone el artículo 149.1.32º de la Constitución, “autorización para la convocatoria de consultas populares por la vía de referéndum”. No existe un “derecho a decidir” al margen de la Constitución y el Derecho, ni en España ni en ninguna otra democracia.
La Constitución y las Leyes son precisamente las que garantizan el derecho a decidir de todos sobre los asuntos políticos que nos afectan a todos, incluido el referéndum en los términos fijados en la Constitución. Como acabo de decir, no cabe derecho a decidir de ningún tipo al margen de la Constitución y las leyes, por lo que ni siquiera el Estado español tendría competencia para autorizar la convocatoria de la consulta popular vía referéndum porque supondría una infracción a los artículos 1 y 2 de la propia Constitución, porque una consulta de este tipo afecta a la identidad y la a indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles. Por lo tanto, no cabe referéndum sobre normas y menos sobre la propia Constitución por lo que a todas fuerzas la única solución pasaría por una reforma de la Constitución.
Dicho lo anterior conviene terminar resaltando dos puntos importantes, que si bien han sido enunciados con anterioridad requieren subrayarse, por una parte, el evidente desprecio a la legalidad por parte de los independentistas, que como acabamos de conocer, ya no les sirven ni sus propias normas, pues desean reformar su propio Estatuto para incluir este derecho a decidir en Cataluña y que sin perjuicio de lo anterior, es un error pensar que un referéndum es el acto de poner urnas en los colegios electorales y permitir que la gente deposite en ellas una papeleta con un sí o con un no. Los referéndums son instrumentos mucho más complejos que eso y aquí nuevamente recalco la manipulación y el engaño a la ciudadanía que desconoce por completo su funcionamiento. Los Referéndum, son un instrumento delicado, un referéndum es para ser tomado en serio, y deben organizarse con muchísimo esfuerzo y cuidado.
Salomé Prego-Villaverde López
Abogada
Colaboradora Permanente en Derecho & Perspectiva

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